En las ruinas del ayer (
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Hablar de este mundo loco
me duele, pero lo intento,
y mientras lo hago , pregunto,
mas no me responde el muerto.
Y veo el rencor, y callo,
y veo al débil sufriendo,
y mientras el débil sufre
los ojos miran con miedo.
Al hablar quiero acordarme
de quien perdió sus recuerdos,
de quien se llenó de lágrimas
y las guarda en su pañuelo.
En las ruinas del ayer
hoy da pavor el silencio,
la vida indefensa sigue
y se viste con lo puesto.
No se atreven ni los mirlos
a soltar trinos del pecho,
pues solo trina el horror
en los corazones negros.
Para sanar este mundo
la guerra es un mal remedio,
siempre gana quien mas tiene,
siempre pierde el más pequeño.
Hablar… cómo puedo hablar
de este sufrimiento ajeno,
cuando intento hallar palabras
me duelen hasta los huesos.
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Fotografía y poema: Ramón Bonachí.
Unos cardan la lana y otros se llevan la fama.
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La espada y la armadura (Fábula moral)
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Una espada reluciente,
que dormía en vaina suave
de una abollada armadura,
se reía al ver su imagen.
La armadura le responde:
<<El valor no da carácter,
y si sube tu valor,
me lo debes en gran parte.
Yo bien que cardé la lana,
mientras tú, con tus modales,
te llevabas fama y gloria
usando medios salvajes.
¡ tu opinión es baladí!,
honores de los combates
llevarán mis cicatrices
aunque tú no las aclames,
así que guarda tu ego.
En este moral romance,
hay una armadura vieja
para ti, más importante>>
Valor … valentia
Valor … precio
Fotografía y poema: Ramón Bonachí.
El gallo de París
Despierta por la mañana
y almuerza a las ocho en punto,
presume de su ciudad,
y ser dueño de su mundo.
Viste con las mismas plumas
de gallo que un día obtuvo,
habla siempre de París
como suyo, algo muy suyo.
Asienta un golpe y de golpe
hasta saca pecho, incluso
si alguien dice que su río
lleno está de trapos sucios.
Heredero de una iglesia
y de algún secreto oculto
a los ojos de la gente,
el gallo se pega el gusto
de gritar fuerte y al aire
que París...no hay más que uno.
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Hablándole a tus ojos ( Romance )
Al miraros me ofrecéis
el silencio, de reojo;
me contemplan vuestros iris
con recelo o con decoro.
Abrid de una vez la cerca
de alegrías y sollozos,
que cerca de ellos me lanzo
a la suerte y me abandono.
Preciosas esferas verdes
que de mÍ lo sabéis todo,
dadme entrada a vuestros mares
de cristal y misteriosos.
Dos luceros con intriga
me hipnotizan con aplomo;
sin soltar una palabra,
me hechizan sin poner coto.
Es tan profundo el hechizo
que vivo y muero de gozo,
vivo para estar en ellos
y, por ellos, muero un poco.
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Fotografía y poema : Ramón Bonachí.