LA DAMA DE LA FELICIDAD.
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Arto estoy de elegir entre grande y pequeño,
más aún de estar ciego cuando me abrazo al sueño,
he de alejarme raudo, de ese ruido a motor
y el olor a café que invade mi morada;
cuando encuentre a la dama de la feliz mirada
pondré en su jardín un beso en cada flor.
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Cuando todo lo dé, cuando no tenga nada
y me aleje del barro de esta sucia calzada,
cogeré mis recuerdos, mi guitarra y me iré,
más allá de mis huellas llenas de cicatrices
me iré a vivir a casa de los ojos felices,
y cuando estos me acojan, jamás regresaré.
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Porque en todas sus noches, hay sueños a la espera
para ser descubiertos. Su casa de madera
respira paz y a dulces aromas del hogar
con su mágica voz, despierta las mañanas
y estas bañan de luz los ríos y montañas
pintando con colores el más bello lugar.
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Cuando rompa las cuerdas que me atan, de raíz,
mi iré a vivir a casa de la dama feliz.
El sendero me lleva junto a ti,
despacio me dirijo, paso a paso,
recojo del camino que perdí
los poemas que duermen en el raso;
pondré todas mis letras a tus pies,
todas son para ti María Inés
Si te dice que sigue allí encerrado,
es el recuerdo que en el alma habita
el que reside oculto y olvidado.
Entre penas y anhelos el dormita,
y vive encarcelado de momento
esperando que ceda el sufrimiento.
Que ingrato terminar de esta manera
en un cofre cerrado a cal y canto,
prohibido el poder salir afuera,
que suele su presencia llevar llanto.
Quizá tenga el recuerdo mal sabor
por culpa de un amargo desamor.
Brumosa y dolorida yace el alma,
herida por aquel que tanto estruja,
ese que por salir, pierde la calma
y desde la memoria fuerte empuja.
Un día dejaras de ser recuerdo
y dirán si te he visto no me acuerdo.